domingo, 13 de abril de 2014

Capítulo Uno | La Cosecha

Doira despertó pronto, muy pronto. Abrió los ojos: primero uno, luego otro. Sintió mucha emoción, ¡Aquel era un gran día! Se levantó y muy rápidamente se vistió. Se puso su vestido verde lima, conjuntando con unos zapatitos verde claro. Al ser un día especial se colocó el cabello envuelto en un paño, y bajó a desayunar. En el momento en que estaba acabando de comerse las gachas que se había preparado, entraron su hermana pequeña Nahirana y su madre en la humilde cocina.
-Madre, Nahi, me voy a La Cosecha.
-Si, hija, por favor, recoge mucho, que el año pasado... Ya sabeís lo que pasó...
Madre e hijas bajaron la mirada, apesadumbradas. El año anterior había habido una mala cosecha, con poco grano, y a consecuencia de esto habían muerto el padre y dos hermanos de Doira, una gran pérdida para la familia, y un duro golpe para Reina, su madre.
-Mamá, eso no se volverá a repetir, te lo aseguro. No mientras yo esté aquí -dijo con un brillo de decisión en la mirada y dándole un gran abrazo a su madre-.
-Nahi, hija, ve con tu hermana.
-De acuerdo mamá -murmuró esta-.
Las dos hermanas salieron a la calle cuando los primeros tímidos rayos de sol empezaban a despuntar por el horizonte. Anduvieron calladas un buen trecho, pensando, pero no en lo mismo. Mientras que la pequeña, Nahirana pensaba en aquel día tan importante, la propietaria del vestido color lima pensaba en su amor platónico, Melión. Al final Nahi, rompió el hielo.
-Dime, Doi, ¿en qué piensas?
-En... nada.
-Doira, no me digas que estás pensando en... -Nahirana dijo la palabra mágica- Melión.
-Nahi, por favor ¡deja de decir tonterías! -gritó su hermana ya un poco enfadada-.
-He visto como le miras, y como te mira él -murmuró con rencor, y es que había algo que Doira no sabía: Que ambas estaban enamoradas del mismo chico- ¿Acaso crees que soy tonta? Pues no -dijo esto un poco más bajo, y su hermana no lo oyó-.
Sobrevino un silencio muy incómodo, y antes de que Doira pudieran replicar vieron a Melión acercarse. En tanto que la más pequeña corrió hasta él con su vestido violeta ondeando al viento la otra se quedó clavada en el sitio observando sus rasgos. Eran demasiado hermosos: pelo castaño y unos extraños ojos de color gris, que siempre habían encandilado a las dos hermanas, complexión fuerte y muy alto.
Comenzó a andar tranquilamente, observando a Nahirana y a Melión charlar animadamente, mientras que un ligero rubor cubría sus mejillas. Llegó hasta ellos caminando calmosamente y Melión la saludó con una inclinación de cabeza mientras que le besaba la mano, costumbre en el pueblo cuando los hombres cortejaban a las mujeres, al mismo tiempo que le decía esto:
-Mi bella dama Doira, está hoy usted muy hermosa, demasiado para alguien como yo.
El rubor de sus mejillas se hizo más intenso, y por un momento su cara fue de felicidad. Recobrando la compostura le dijo:
-Melión, no te hagas fino, todos sabemos que lo eres poco.
-¡Pero bueno! Nahi, cuéntale a tu hermana lo primero que te he dicho.
-Me ha dicho que eres tremendamente linda y que esta mañana lo estabas aún más -murmuró Nahirana con envidia-.
Lo estaba. Siempre lo había sido.Tenía el pelo rubio ceniza, pero sus ojos eran mucho más especiales. Eran verdes, eran marrones, eran amarillos, también parecían contener el mar dentro, y tenían brillos negros.
-Gracias Melión -dijo alegremente. Doira nunca había sido una chica presumida, y por eso aceptó el cumplido con una sonrisa pero sin creérselo.
Y así, entre risas, piropos y las miradas de odio que le dirijía Nahirana a su hermana llegaron a los terrenos donde iba a tener lugar La Cosecha.

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